Los jardines botánicos son espacios para la biodiversidad gestionados por instituciones y organismos públicos para el estudio de las especies que lo conforman, pero también para el disfrute y deleite de sus ciudadanos.
En origen, los jardines botánicos eran espacios de estudio donde los botánicos y demás profesionales interesados en las plantas y su evolución analizaban los ejemplares vivos que en este espacio se cultivaban. Pero los jardines botánicos también se crearon como espacio de contemplación de los monarcas y las clases adineradas, que paseaban por ellos mientras contemplaban los ejemplares que allí crecían.
Los primeros jardines botánicos los encontramos ya en la Edad Media; se cultivaban hierbas medicinales o plantas destinadas a la alimentación en monasterios o conventos. Pero fue durante el Renacimiento, época en la que algunos surgen al amparo de las facultades de medicina, y sobre todo durante el Barroco cuando adquirieron gran fama y prestigio debido, entre otras cosas, a las especies exóticas que pasaron a conservarse en estos espacios.
Por norma general, los jardines botánicos presentan un conjunto variado de plantas, pero hay jardines especializados en la conservación, cuidado y estudio de un tipo de especie. Así, podemos encontrar palmetos (o palmetum), que son palmerales, como los de Elche y Santa Cruz de Tenerife; cactarios (o cactarium), donde se cultivan exclusivamente cactus, como el Cactario Alvaralto de Chile o el Jardín de Cactus de Lanzarote; herbarios, donde se estudian plantas secas, como el herbario de la Universidad de Navarra, y jardines botánidos dedicados al cultivo y estudio del bambú (bambusetum), como el Vivero de Bambú de Costa Rica o el Bambusetum de Filipinas. Estos espacios especializados en el estudio y cultivo de un tipo de planta pueden constituir por sí solos jardines, pero también pueden formar parte de jardines botánicos más amplios, constituyendo, por tanto, zonas dedicadas a un tipo de vegetación dentro de un jardín mayor. Quizá el ejemplo más paradigmático sea el del Real Jardín Botánico de Madrid, creado por orden de Fernando VII próximo al río Manzanares y que Carlos III trasladó junto al que iba a ser Gabinete de Ciencias Naturales, hoy Museo Nacional del Prado. Además de conservar y estudiar más de 5000 especies, debemos señalar la importancia de su herbario, un espacio rico en líquenes, hongos, briofitos y plantas vasculares que igualmente custodia una variedad de especies conservadas en fluidos y conos de gimnospermas.
Además de herbarios, los jardines botánicos suelen constar de semilleros y de amplias colecciones de plantas no solo propias de la zona o región, sino, en muchos casos, traídas de otros lugares.
Actualmente, los jardines botánicos compatibilizan su labor de investigación, cultivo y estudio con otras no menos importantes. La primera de ellas es la de conservación, convirtiéndose en un espacio reservado para la recuperación y conservación de especies que están en peligro de extinción. Pero también es fundamental su función didáctica y divulgadora: por un lado, dan a conocer la biodiversidad de nuestro planeta. Por otro, sirven de reclamo para llamar la atención sobre la importancia de proteger y conservar ese rico patrimonio vegetal.