En los últimos años han proliferado por muchas ciudades españolas los conocidos como huertos urbanos. Es decir, pequeños espacios de terreno que, a la espera de ser comprados por constructoras para edificarlos o de ser transformados en parques u otro tipo de infraestructuras públicas, han sido utilizados por los vecinos para sembrar todo tipo de frutas y hortalizas.
Y este es el principal inconveniente que presentan muchos de ellos: son zonas con un propietario –que puede ser una persona física o alguna institución pública- que tiene el respaldo legal para eliminar el huerto en cualquier momento, aunque los productos que se obtienen no están destinados a la venta.
Madrid saca parcelas a concurso
Para evitar que esto ocurra, y atendiendo a las peticiones de diferentes asociaciones de vecinos –principales precursoras de esta práctica-, ya hay ayuntamientos dispuestos a tomar medidas. Tal es el caso del consistorio de Madrid, que finalmente ha sacado a concurso un total de 15 parcelas destinadas a zonas verdes a las que podrán optar estas asociaciones para convertirlas en huertos completamente legales.
Para la Federación de Asociaciones de Vecinos (Fravm) y la Red de Huertos Urbanos de la Comunidad de Madrid (Redhmad) se trata de un gran avance porque supone el reconocimiento oficial de su actividad por parte de las autoridades y, sobre todo, porque puede ser tomado como referente en otras ciudades.
Apuesta ecológica y sostenible
GreenGuerila fue la organización que promovió la creación de estos espacios en EEUU en los años 70, con la finalidad de que las nuevas generaciones aprendieran técnicas agrarias sencillas y fomentar el ecologismo y la vida sana. Y es una idea que parece haberse mantenido también en los huertos de más reciente creación, en los que se cultivan todo tipo de productos, desde pimientos, tomates, calabacines, berenjenas o patatas, hasta plantas aromáticas o pequeños frutales como naranjos o limoneros.
De hecho, y tal y como especifican desde Redhmad, uno de los objetivos principales es crear un espacio común en el que todos tienen cabida –niños, jubilados, personas mayores, familias, etc.-, tanto si son expertos en jardinería y horticultura como si no, para que así puedan compartir las técnicas que ya conocen y experimentar otras nuevas.
Igualmente, se apuesta por prácticas completamente sostenibles, es decir, por sistemas de riego eficientes y adaptados y por abonos naturales –algunos incluso disponen de zonas de compostaje para crearlos a partir de basura orgánica-. Un hecho que también favorece el cuidado del medio ambiente y un aprovechamiento óptimo de los recursos, así como una transmisión completamente práctica de la cultura ecologista.