No obstante, conviene seguir una serie de premisas para mantenerlo siempre en perfecto estado y poder emplearlo según las necesidades de cada espacio:
- Se deben mantener unas condiciones de temperatura y humedad constantes y favorables para permitir el desarrollo de los microorganismos y organismos que realizan el proceso de descomposición. Por ello, debe observarse con frecuencia para evitar que esté demasiado seco o demasiado húmedo y remover la mezcla una vez al mes aproximadamente para airearla.
- Si aparece demasiado seco la solución es, además de mantener el compostero cerrado para evitar la pérdida de humedad, aflojar de vez en cuando el contenido sin removerlo para no desmenuzarlo y regarlo con una regadera para que el agua penetre ligera y uniforme.
- Si, por el contrario, se percibe un exceso de humedad, habrá que añadir restos que puedan absorber el agua sobrante –como, por ejemplo, hojas secas- y removerlo para repartir bien este material. Si este problema no se ataja a tiempo se corre el riesgo de que el compost se pudra y quede completamente inutilizable.
- También se puede adquirir un medidor de PH para controlar este aspecto y, en caso de que la mezcla resulte demasiado ácida, habrá que incorporar algo de cal para equilibrarlo.
- Para agilizar la fermentación existen activadores de compostaje naturales –algunos restos son muy efectivos según la etapa de descomposición en la que se encuentre el compost- y otros que venden en los centros de jardinería. Estos últimos son especialmente valiosos el primer día en el que se pone en marcha el compostero y se quiere iniciar el proceso con fuerza.