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El fracaso de la lucha contra el picudo rojo

La plaga del picudo rojo avanza por España después de arrasar las palmeras del Mediterráneo. Aunque es posible salvar una palmera, los expertos ven imposible frenar la plaga

2 jul 2014 en Artículos para profesionales - Lectura: min.

jardinería

La plaga del picudo rojo es el más claro ejemplo del desastre que puede provocar la entrada accidental o deliberada de una especie exótica con gran capacidad de invasión sobre la fauna y la flora propia del país. El Rhynchoporus ferrugineus, el temible picudo, llegó a España (Almuñecar) en 1993 en palmeras importadas procedente de Oriente Medio. Desde entonces no ha parado de expandirse y su voracidad aparenta no tener fin. En 2005 llegó al palmeral de Elx, el mayor de Europa. Ahora se extiende por Madeira, en medio del Atlántico, y ha sido localizado en la isla de Toja, en Galicia, en un vertiginoso avance que ha tenido como aliado fiel al hombre y sus negligencias.

El ataque del picudo es mortal. En seis meses, los descendientes de una única pareja pueden acabar con una planta. Nadie sabe cuántas han caído. Miles, probablemente cientos de miles. En 2011, la entonces consellera de Agricultura, Maritina Hernández, aseguraba en Elx que la conselleria estaba «recogiendo unos 15.000» ejemplares cada año. En Elx, municipio en el que se adoptaron medidas desde el m omento en el que se sospechó la presencia del picudo, el ayuntamiento admitía el pasado febrero que habían muerto 40.000 palmeras en apenas dos años. No hay cifras oficiales y probablemente no las habrá nunca.

«La administración ha tirado la toalla», sostiene y la crisis ha acabado por dar la puntilla a las tímida y erráticas campañas de control. «La burbuja inmobiliaria trajo la plaga y la crisis que deja la está agravando», añade, recordando que la necesidad de palmeras para los desarrollos urbanísticos, primero en la Costa del Sol y luego en Murcia y la Comunitat Valenciana, forzó la importación de palmeras «baratas» en las que llegó el picudo.

Intrusismo y productos «milagro»

Los errores se acumulan en la lucha contra el picudo. Se aconsejó quemar las plantas afectadas y era un error. El insecto sobrevive y se propaga. La Generalitat Valenciana montó un dispositivo de recogida de ejemplares dañados, pero la tardanza de meses en recoger los troncos aceleró la propagación de la plaga. El transporte debía hacerse en cajas cerradas, pero no siempre se hizo así y el escarabajo, de vuelo torpe, viajaba en camión y colonizaba cada vez mas territorio mientras los restos de palmera llenaban huecos de cantera y vertederos. Quedan muy pocas palmeras no afectadas, pero donde no ha llegado la plaga es posible hacer tratamientos preventivos que deben tener continuidad.

Para los ejemplares afectados solo cabe aplicar la cirugía terapéutica—a veces traumática—antes de atacar al picudo con técnicas de lucha integrada que incluyen productos fitosanitarios, trampas, control biológico, etc. «No hay un único método y ninguno es 100 % eficaz, pero perseverando en los cuidados y el tratamiento, las palmeras se salvan», añade. Otro problema es el precio. Podar en altura y volver cada mes a reponer trampas y aplicar tratamientos especializados puede costar entre 200 y 800 anuales. No hay ayudas y algunos propietarios se casan.

Para redondear este negro panorama, en los últimos años han proliferado «presuntos profesionales sin apenas formación que revientan los precios, aplican de forma poco eficiente y con riesgo para ellos y los demás los productos y solo hacen que agravar los problemas».

La falta de protocolos oficiales ha propiciado también la aparición de sustancias y técnicas de tratamiento que ofrecen resultados casi milagrosos. Ni siquiera hay consenso científico sobre la eficacia y viabilidad de estos métodos. A la sombra de esta dispersión ha surgido también una guerra comercial sin precedentes mientras la Unión Europea ha dado una nueva vuelta de tuerca a la difícil situación al prohibir uno de los pocos insecticidas que se había mostrado eficaz.

Salvar una palmera es posible. Mantener las palmeras como parte del paisaje común parece cada vez más complicado.

La investigación no ha cuajado todavía

Empresas de biotecnología y centros de investigación oficiales han desarrollado fórmulas para el control biológico de la plaga, aunque los resultados son una incógnita todavía. Se ha probado con varios nematodos (pequeños gusanos que se introducen en el picudo y lo matan) y con hongos capaces de acabar con el escarabajo rojo si se logra que el insecto entre en contacto con el «caldo» que contiene el hongo. Algunos de estos productos ya se comercializan. No hay un depredador claro para el picudo y su capacidad destructora en el interior de las palmeras, a salvo de cualquier tratamiento, lo hace casi indestructible.

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